Muchas veces presentar nuestro proyecto, idea, empresa o a nuestra candidatura a un puesto o a un ascenso, es suficiente para desencadenar el miedo a no ser aceptados.

Ponte en situación. Estás frente a tu equipo o con unos clientes. Tienes la sensación de que no das la talla, de que no estás a la altura o no vas a interesar. Incluso antes de que empiece la reunión, antes de decir la primera palabra.

Curiosa situación, sobre todo porque sabes que  la presentación la llevas preparada, que tu currículum  dice que tienes el potencial, que con otros públicos te ha ido bien, que lo que les llevas es bueno. Y sin embargo en esta ocasión tienes la sensación de que no va a funcionar.

Y empieza el bucle: “no les interesa lo que traigo”, “está claro que no soy la mejor opción”,” yo para qué me meto en esto”, “no soy la o el profesional que me creía”,…

Insisto, todavía no ha empezado la reunión, pero ya estás creando una realidad. A poco que te esfuerces vas a conseguir que se cumpla. Hay quien le llama a esto “la profecía auto-cumplida”, lo cual suena a película de terror (y no es para menos).

Aquí te dejo un potente ejercicio que te ayudará a cambiar esta dinámica perversa y que te pondrá a la altura que te mereces: un sencillo juego de espejos.

Te voy a invitar a mirar hacia afuera y ver tu reflejo y el de tu público para  romper el maleficio del que hablaba antes.

Elige uno de esos momentos en los que has sentido que no eras tan buen o buena profesional. Un momento en el que has tenido que vender una idea o defender unas cifras.

Pongamos por ejemplo un momento en el que has tenido que presentar tu producto o servicio a unos nuevos clientes. Piensa ahora en ese público.

  • Usa el primer espejo y contesta esta pregunta:

 

¿Cómo percibo yo a mi público (clientes)?

Es posible que les percibas como personas  con ganas por escuchar ideas nuevas, con ganas de ser sorprendidas, o por el contrario puede que les veas como personas más bien conservadoras, que buscan seguridad. En cualquier caso, según tú los percibas vas a buscar la forma de “agradarles”.

Imagina que tu idea es muy innovadora y percibes a tu público cliente como conservador. Es fácil imaginar que eso va a determinar tu forma de presentarte, quizás eliminando vistosidad a tu presentación o haciéndola menos impactante.

  • Pasemos ahora al segundo espejo. Aquí la pregunta es:

 

¿Cómo me van a percibir ellos?

 Siguiendo el ejemplo anterior podemos intuir que te percibirán como un profesional “correcto” pero no demasiado arriesgado, poco atrevido y puede que hasta soso.

Todo esto va saliendo a la luz poco a poco, con uso de determinadas palabras y no otras o con tu lenguaje no verbal que detectaran. Irás teniendo pistas de cómo te van percibiendo y la reacción que causas en ellos.

  • Y llegamos al tercer espejo. Aquí la pregunta es:

 

¿Cómo me percibo a mí mismo o a mí misma como profesional?

Si has mirado en los anteriores espejos podrás contestar a esta pregunta y muy probablemente no sea una contestación muy positiva. Quizás algo como “soy un tostón presentando mi proyecto, no me extraña que no me lo compren”.

Curiosamente todo ha empezado en el espejo número uno, con tu propia  percepción de tus clientes: una realidad que has creado tú.

Pon ahora que, con los mismos clientes, te atreves a verlos como personas que, desde su conservadurismo, necesitan nuevos aires, ideas frescas.

Fíjate qué pasa ahora.

Cómo te presentarás ante ellos si los percibes así. Cómo plantearás tu presentación. Y sobre todo cómo intuyes que te percibirán.

Y con esa percepción que imaginas que tendrán, ¿cómo te percibes a ti mismo o a ti misma como profesional?

Ha cambiado el escenario. ¿Qué tamaño tiene ahora tu miedo a presentar y vender tus ideas?

Usa los espejos para despejar miedos y atrévete a mirar a tu público de otra forma.

Cambia tú percepción para que  tu reflejo sea el que te mereces.