Vivir con un estrés saludable o sufrir de un estrés insano: la diferencia puede estar en cómo “te lo cuentas”.
Conocemos la interminable lista de malas consecuencias que trae el estrés. Desde irritabilidad hasta las más graves como la depresión. Esto nos hace querer vivir sin él. Pero…
¿y si el estrés no fuera el principal problema?
El estrés se produce básicamente como respuesta a una amenaza. Nos ayuda a generar las reacciones físicas necesarias para salvar nuestra vida. Al menos así era cuando nos perseguían los mamuts hace ya unos cuantos años. Mira si no a la gacela que corre perseguida por la leona: ¡es la viva estampa del estrés!.
La reacción de nuestro cuerpo: el corazón se acelera, los músculos se tensan, los capilares de la piel se contraen para asegurar la menor pérdida de sangre en la batalla, adrenalina y cortisol se disparan, llega el sudor …
¡Todo nuestro organismo se prepara para sobrevivir al peligro!.
Curiosamente son las mismas reacciones que se generan cuando tu jefe te llama al despacho (¡urgentemente!), te pones delante de un público o te toca defender un proyecto. Todo tu ser se prepara para afrontar el peligro.
Aunque no es igual para todos. Cada cual lo vive a su manera. Según la neurocientífica Sonia Lupien, nuestro nivel de estrés va a depender del grado con el que vivamos una situación en relación a:
*Lo nueva que sea para nosotros
*Lo impredecible que la percibamos
*La sensación de «no control»
*Si presenta amenaza contra nuestra personalidad
Alguien amante de lo novedoso puede sentir esa reacción del cuerpo, esa tensión muscular y aceleración cardiaca pero no lo vivirá con angustia, más bien agradecerá ese estrés que le va a permitir estar “a tope” con ese nuevo proyecto.
La psicóloga Kelly McGonigal explica, en su charla TED, cómo una serie de experimentos relacionados con el estrés le han llevado a concluir que, lo más peligroso de ese ajuste del organismo está en la percepción que tengamos, en el discurso que nos decimos.
Si creemos que todas esas alteraciones nos van a provocar un daño en la salud, lo provocarán. Sin embargo si nos paramos a escuchar cómo está reaccionando nuestro cuerpo para adaptarse al peligro el daño que sufrirá será mucho menor.
Así de sorprendente fue la conclusión de un estudio de la Universidad de Harvard. Se sometió a los participantes a unas pruebas de estrés social y se midió la respuesta de sus vasos sanguíneos a esa situación. En estos casos los vasos se contraen lo que, si se produce de forma habitual, con el tiempo terminará provocando enfermedades cardiovasculares.
Pero aquí se añadió una variable más. Antes de la prueba se les explicó a los participantes, que la aceleración en su respiración tiene una función beneficiosa: preparar al corazón y a la persona a afrontar la nueva situación.
El resultado fue sorprendente: las personas que pudieron percibir el estrés como algo útil mantenían sus vasos sanguíneos relajados.
Es por esto que , esta psicóloga, nos invita a usar una frase de 9 palabras cuando sintamos los primeros síntomas de estar estresándonos:
“Este es mi cuerpo, ayudándome a enfrentar este reto”
Pon atención a cómo vives el estrés en tu vida, en tu trabajo, fíjate qué te dices cuando las cosas se complican y corazón y músculos se ponen a trabajar y recuerda que 9 palabras pueden cambiar tu vida.
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